La muerte de la inocencia

 Era un grupo de villanos, y entre ellos se encontraba la hija de uno de ellos, pues quería llevarla por el sendero del asesinato y del robo.

Penetraron en un bosque del cual se decían que habían visto unicornios y desde luego, si encontrasen alguno, podrían matarlo, quitarle el preciado cuerno y las crines para un brujo de la aldea que les pagaría muy bien por llevarle esas preciadas prendas.

El bosque estaba oscuro a pesar de que era por la tarde recién acabada la comida. La inmensa flora de arbustos y árboles verdes parecía hacer pensar que era imposible que un unicornio vagase por aquellos lados.

Anduvieron y anduvieron hasta que llegaron a un claro y el más corpulento del grupo sonrió de medio lado y malicioso al ver a un grupo de unicornios bebiendo de un riachuelo.

La chica miraba a los animales con asombro, pensando los hermosos que eran. Todos eran blancos, menos las crías, de menor tamaño que era de un color vainilla, todos con un cuerno central en la frente y blancas crines que brillaban con los escasos rayos de sol que entraban entre los árboles.

El hombre robusto miró a la chica e inmediatamente sacó su ballesta e hirió a uno de ellos en la pata. La chica miraba horrorizada como la sangre plateada del animal corría a causa de la herida y el resto de la manada de unicornios salía huyendo del lugar.

Salieron al claro y se acercaron al animal que a duras penas podía andar y entre todos inmovilizaron al animal mientras la chica contemplaba todo con pavor y tristeza.

El padre de la chica, que tenía una barba negra y era muy delgado, se acercó a ella con una daga de plata y la dijo:

 

- Te doy los honores para que lo mates Adelaida.

 

La chica negó levemente y su padre la miró furioso.

 

- HE DICHO QUE LA COJAS Y LO MATES- la gritó y la chica ante el miedo por la mirada de su padre cogió el arma y se acercó al cuello del animal.

Todos soltaron al unicornio, que ya parecía que estaba cansado de tanto forcejear con los opresores y se alejaron un poco para que la chica hiciese su hazaña y de este modo "consolidar" su entrada al grupo.

Adelaida miró con tristeza al animal y a sus ojos, de un azul eléctrico. El animal sin más, se quedó quieto y la chica supuso que confiaba en ella.

¡Criminal que iba a ser ella por tan espantosa acción! y el animal no se daba cuenta de ello.

Levantó el arma, fuertemente agarrado a su mano y murmuró antes de clavárselo:

 

"Perdóname"

 

Un líquido parecido a plata líquida comenzó a brotar de la herida del animal. El unicornio soltó un lamentó lastimero y Adelaida oyó detrás de ella como los amigos de su padre aplaudían la acción de valentía de la chica.

Se alejó del animal, viendo como ya yacía inmóvil en el suelo del claro y como su sangre inundaba la escaba hierba que allí brotaba.

Lágrimas silenciosas corrían por la cara de la chica, lamentando que ella fuese la creadora de aquella acción tan malvada.

Se volteó y miró a los del grupo, que no pudieron evitar mirarla con mofa ante la tristeza de la chica.

Entonces Adelaida oyó como algo se movía tras ella. Volteó para mirar como asombro como el animal que había matado estaba incorporándose de nuevo, sin rastro de heridas. El animal se mostró en todo su esplendor e inclinó levemente la cabeza a la chica y antes de que el hombre corpulento pudiera volver a herirlo, salió corriendo del lugar, adentrándose en el espeso bosque.

Oyeron una risa en todo el lugar y miraron hacia las ramas de un árbol donde había un gracioso duendecillo color verdoso que se reía del intento fallido de los asesinos.

 

"Si una chica pura de corazón mata a un unicornio, esté volverá a revivir"

 

Dijo dos veces de forma cantarina y desapareció ante la furia de los demás y la leve sonrisa de la chica.

Definitivamente, ella no seguiría el camino de su familia. Preferiría estar muerta antes de volver a intentar matar a un ser tan puro como fue aquel unicornio que la hizo ver que aún tenía otras salidas su vida que la de ser una asesina.

Aunque su camino se truncó momentos después...